Íntimo. Más cercano. En un Multiusos reducido para adaptarse a la gira de “Los días intactos”, Manolo García volvió a encandilar a los más de 2.000 incondicionales —prácticamente lleno— en el único espectáculo de las Fiestas que hubo que pasar por taquilla.

Sentado en un taburete, de camisa negra y vaqueros y con el suave desliz de un foco, el cantante se despojó de los instrumentos para saludar: “Hay ciudades en las que gusta caminar. Salamanca es una de ellas: es un placer caminar y vivir un pasado, un presente y un futuro”.
Los primeros himnos ya despertaron a los más valientes de sus asientos, quizás poco acostumbrados a vivir conciertos del catalán clavados en un asiento. Por eso primero las cinco primeras filas y al poco tiempo todo los espectadores de pista habían abandonado sus sillas y bailaban de pie.
Ya había sonado entonces un clásico de El Último, “Aviones plateados”, y también hubo tiempo para repasar su último disco y su single “Un giro teatral”.
Un estilo propio e inconfundible que se notó a lo largo de las distintas etapas por las que pasó el artista catalán en el escenario salmantino. Instantes flamencos y las palmas tocando con “Pájaros de barro” o del inicio de su aventura en solitario con “Nunca el tiempo es perdido”. Sólo han pasado tres años desde su última actuación en el Multiusos, pero a los incondicionales les parecieron siglos. Tan cerca, tan íntimo. Tan diferente pero el mismo “San Fernando” de siempre.