martes, 12 de enero de 2021

Entrevista a Manolo García en "Muzikalia"

 

Hay artistas que no se conforman, Manolo García es uno de ellos y El Fin del Principio un poemario que amplia horizontes en su interesante y extenso camino, publicado a mediados del pasado año.


El Fruto de la Rama más Alta. Apuntes de Campo de un Escéptico Participativo (2011) es su inmediato ascendente, si bien El Fin del Principio marca un claro antes y después en su paso hacia una poesía que, por otro lado, siempre hemos podido hallar en sus canciones, ya fuera con El Último de la Fila o en solitario. Tal y como el propio Manolo me comentaba en algún momento de la entrevista: “Para mí es importante el texto (…) que los textos solos se aguanten de pie, que no se caigan, que si les apartas la música se queden de pie, erguidos”.


En esa linea y sabiendo que es importante defender la palabra, más que nunca, arrancamos una conversación en la que Manolo García siempre da más de lo que recibe, generoso como en todos sus conciertos, su entrega siempre busca la concordia, aportar algo de lúcida crítica y belleza. Todo es posible.


“Hay un léxico muy constreñido en los últimos tiempos con la tecnología, nos ceñimos a cuatro fórmulas, cuatro frases, incluso hay móviles que ya te dan frases hechas para que las envíes”


Desde la portada es fácil deducir que la vida económica es capaz de acabar con cualquiera, si atendemos a los recortes detrás de la señal de peligro por alto voltaje.


Sí (risas), también he de decirte, de aclararte, que la portada no la he ideado al milímetro pensando “voy a dar aquí un mensaje subliminal”, no, es un poquito gráfico, un poquito… Pero sí, lo que acabas de decir sucede evidentemente. La macroeconomía, la economía de altos vuelos, esa cosa que nadie entiende, solo ellos, la bolsa, siempre pienso ¿para qué ponen la bolsa en los periódicos?


La gente  que leemos los periódicos somos gente normal, ni entendemos nada de bolsa ni entendemos nada de sus turbios manejos… ¿Para qué la ponen?


Ese es uno de los problemas capitales de nuestra sociedad, que los sentimientos no son una moneda de curso, las emociones, las necesidades no son una moneda de curso y lo que sí son monedas de curso son las necesidades impostadas, falsamente creadas.


Aquello tan cierto de consumir nuestra vida para consumir.


Y ahora es “cómete lo que yo te vendo, esta bazofia que yo te vendo”, pienso para pollos en grandes naves, hacinados, y entiéndase grandes urbes con desigualdades sociales y nervios, muchos nervios, el engaño de que “no, no, la tecnología lo es todo”. Todo el mundo está histérico con los whatsapp porque estamos comunicados cuando es al revés, hay una incomunicación absoluta.


Sí, esto que dices de la paradoja de la incomuncación en un mundo tan comunicado enlaza en buena parte con el prólogo de Luisa Castro, “El Grano sin la Paja”, donde afirma que hay “demasiadas palabras a las que devolverles las alas”. ¿Hasta qué punto son importantes y necesarias las palabras y su buen uso en este momento?


Bueno, es tan importante como que estamos un poco desangelados y la palabra adecuada te da un soplo de vida. Hay un léxico muy constreñido en los últimos tiempos con la tecnología, nos ceñimos a cuatro fórmulas, cuatro frases, incluso hay móviles que ya te dan frases hechas para que las envíes. Eso es la antítesis del vuelo libre, es lo opuesto a la posibilidad de soñar, de volar, de pedirle a tu cerebro vida, no angustias. El cerebro al final está angustiado y las neuronas enloquecen un poco con tanta posibilidad ficticia porque es mentira, o sea, ese mar verde esmeralda que aparece en la pantalla de tu ordenador no huele a sal, esa brisa marinera no te llega, es una ficción, no estás. Tú vives en un pueblo del interior de Castelló de la Plana, llegas al mar y te oxigenas un poquito, caminas por la arena, metes los pies en el agua, no estás con la pantalla viendo un mar verde esmeralda, hay una parte grande de engaño en todo eso, una parte grande de engaño que rechazo, yo abogo por una naturalidad, por una utilización de la naturaleza, no convertir la naturaleza. Nosotros convertimos unos elementos que nos da la naturaleza en máquinas, en plástico, en ordenadores, en robots que te suben la persiana o que te barren la casa, hostia, estamos deshumanizándonos a toda velocidad.


Entrevista completa en MUZIKALIA

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