Manolo García vuelve a la literatura con El fin del principio.
Tras la batalla, el primer ministro inglés, Winston Churchill, pronunció una frase que ha pasado a la Historia: «Esto no es el fin. Ni siquiera es el principio del fin. Pero tal vez sea El fin del principio».
Hoja de ruta
Autor: Manolo García
Título: El fin del principio
Editorial: Verso & Cuento
Año: 2020
Páginas: 260
Género: Manolo García
Valorar: No puedo permitirme el lujo de valorar a mi dios, él nunca lo haría.
Sinopsis
El fin del principio es un punto y aparte, un viaje de ida y vuelta, para el que no hay billete de regreso. Un poemario que constituye un cable a tierra, un discurso de vida, de amor y de posicionamiento ante la sociedad de uno de los más grandes compositores y letristas de la historia musical de nuestro país.
Mi crítica
El quinto libro se estrena en el difícil envite de reseñar lírica con el nuevo trabajo literario de uno de los mejores compositores y letristas de los últimos cincuenta años, o más. Manolo García. No veía mejor forma de agradecerle toda una vida de inspiración que contándole mis impresiones, por si algún día nos volvemos a cruzar en ese viaje que es la vida.
Como cabellos desprendidos de su melena de palabras, estos versos despeinados se arremolinan como bola de gato para conducirnos hacia el, como apunta Luisa Castro en su prólogo, más privado concierto de Manolo García.
Puede que llamar escritor a este señor sea demasiado poco. Tiene un mar de letras avalando su paso por la vida de todos nosotros. Porque incluso quienes no lo conozcan han oído su voz a través de sus palabras. O viceversa.
En ese estrambótico paisaje, Manolo ha decidido pasear sin prisa pero con la energía de un niño desbocado. Ha decidido dejar a un lado el junque de la aglomeración para nadar en la abundancia de la sencillez. Algunos confiesan no entender su camino y avisan de la incoherencia de su discurso. Bueno, respetable, como todo.
Yo, confieso que no sé amanecer sin el yugo de su obra, sin el arado de su discurso, y ya he labrado demasiado en esta tierra como para alejarme de su sombra, (parafraseando) la sombra de un árbol viejo, que me honraba su presencia.
Y es que, al leer cada verso, estrofa y poema resulta inevitable no escuchar la voz melódica y rima peculiar de un cantante que es poeta, de un poeta que es soñador empedernido, de un soñador que rompe los silencios con un pincel que ha dibujado la vida de muchos de nosotros.
Sí, puede que esta sea mi reseña más subjetiva, la que menos atiende a réplicas, dimes y diretes, pero es que no podría contar la historia de mi vida si no es con la música de Manolo, con la enseñanza de su influjo en mi modo de ver los días o la paciencia de quien sabe parar las prisas con los discos, libros y pinturas que decoran mis armarios, los de casa, los de mi alma. Como dice en una de sus canciones: calmas mi soledad con tus palabras, calmas mi soledad con poesía…
Su verso libre es el sinónimo de cómo su sentir por la vida y por el mundo que nos rodea abraza sin descanso sus esperanzas, su vitalidad y su preocupación por no perder la humanidad que nos golpea duramente.
Pese a que los puertas (y conste que ni soy ni pretendo saber más de poesía que la que siente mi pecho) y eruditos de la lírica vean en sus composiciones todo aquello que se aleja de lo clasista, de la métrica y las reglas que marcan este noble y vetusto arte. Puede. Pero creo que ningún poeta podría negar el poder evocador y la retórica personal con la que juega en cada renglón este cantautor que bien podría haber sido juglar, trovador o rapsoda de cualquier tiempo lejano que cultiva una peculiar poética prosa que bien podría ser prosa poética o lo que mejor encaje en tu lectura.
Quien sepa del juego que Manolo se lleva con la palabra escrita, la forma en que moldea a su antojo cual artesano el extenso idioma castellano. Y así nos lo hace saber desde el mismo título, con ese giro de tuerca que nos lleva a un lagar colmado de esperanza y de positivismo al que sólo él es capaz de conducirnos. Porque si el principio del fin es algo que tiene que ver con el ocaso, lo contrario tendrá que ver con el génesis. Volver a empezar, calmarnos y vivir.
Cualquiera que sepa de sus maneras verá en este libro la inevitable marca de la casa García, en donde cada palabra parece puesta para hacer bella el resto de ellas, para hacer fácil lo complejo. No esperéis leer poemas, que también; ni tampoco pequeñas historias, que las hay; ni siquiera surrealistas ensoñaciones o pozos de paz donde cual viajero calloso el autor deposita sus experiencias y devaneos. No esperéis nada de eso, si no estáis dispuestos a esperarlo todo. Porque eso es lo que váis a recibir, todo.
Entre las más de 150 ‘recetas’ de vida que nos deja Manolo García en este libro, no podemos obviar su preocupación por la celeridad de un mundo y una sociedad arrebatada; pero tampoco esa vocación de viajero y esa pasión por la historia, por los lugares, por las gentes, por los momentos que se nos vuelan entre papel y verbo.
Tomad mano de un diccionario, o dejad naufragar vuestra mente en la alquimia literaria de un arcipreste de la palabra. Pero sea como fuere, no negadle el tiempo de una tarde de sol a cualquiera de estos poemas, o a cien de ellos.
Además de hacer peripecias entre los versos y pensamientos, entre las vivencias y desmanes que nos ofrece el bueno de Manuel, en esta nueva excursión por la literatura, en este libro, podemos disfrutar ‘de cuando en vez’ de esa tan surrealista, simbólica, onírica y manifiesta pintura que se gasta cuando no escribe, cuando no canta, cuando no fotografía, cuando no labra. Porque Manolo es labrador, como sus abuelos y padres. Picapiedra de la vida y del arte.
Un Zeus en mi olimpo de esos escritores que cantan y esos cantantes que escriben, en el que me acompañan otros moradores como Bunbury, Sabina, Carlos Tarque o Fito.
Fuente: El Quinto Libro